Verdadero Amor Paternal

Jueves, 23 de abril de 1840.

1. ¡Dale las siguientes palabras a la esposa de A. H.! Porque he reconocido su gran anhelo y por eso quiero darle un pequeño consuelo, al que deben prestar atención ella y sus pequeñitos, niñas y niños.

2. Yo tengo alegría en cualquiera que tiene alegría en Mí. Y tengo mucha agua para dársela a quienes tengan sed. Y Mi Gracia es tan ancha como larga, y por ninguna de sus partes hay un lado más angosto.

3. Por eso tú, madre de la carne, ¡distribuye tu amor entre los tuyos como Yo lo hago con la Gracia, para que ninguno de tus hijos tenga un ojo celoso debido a una envidia secreta y, así, en algún momento futuro, alguno de ellos ya no quiera mirar más con agrado a su hermano o su hermana! ¡Ten una medida plena y equilibrada de amor por cada uno de tus hijos, para que Yo también pueda darles una medida plena y equilibrada de Gracia! De lo contrario, que el más amado reciba menos Gracia y el menos amado más Gracia de Mí.

4. Porque mira, Yo soy un Padre de los perseguidos, un Consolador de los afligidos, pero también un Juez muy estricto de los hijos a quienes amas demasiado. Porque el exceso de vuestro amor corrompe a vuestros hijos y los hace incapaces de recibir Mi Gracia. — Por lo tanto, de ahora en adelante, concédeles a todos lo que es útil, necesario y bueno para ellos, y domina tu corazón, ¡y así Mi Gracia te llevará a estar en medio de ellos!

5. Y cree que soy Yo, como tu buen Padre, Aquel que te dice todo esto. — Lo que tú ves tenuamente, Yo lo veo agudamente. Y dondequiera que tú mires con toda agudeza, Yo lo miro con indulgencia. Lo que el mundo juzga, Yo lo acepto y lo recibo; Pero lo que exalta el mundo, es visto por Mí sin mucha dignidad. — ¡Mira a la adúltera, ella fue juzgada por el mundo, pero escribí su culpa en la arena para que el viento se la llevara! — Así que todos vosotros deberíais actuar de la misma manera, si queréis ser Mis verdaderos Hijos, a quienes Yo amo más de lo que jamás podrás comprender.

6. ¡Así como el sol brilla y la lluvia cae sobre toda la hierba, que así sea vuestro amor por vuestros hijos! — Pero para los extraños que sea como un fuego y como un aguacero, para que no haya amor propio en vosotros y en vuestros hijos, — para que con esto vuestra confianza se vuelva fuerte y, así, con la máxima seguridad, Yo pueda ayudaros en aquellos puntos en donde sois muy débiles.

7. ¡Que estas Palabras sean para ti un pequeño consuelo! — ¡Allí, en donde Yo quiero entrar, allí Yo barro primero! - Esto te lo dice tu buen santo Padre. — Amén.

Fuente: Dádivas del Cielo, tomo 1, recibido el 23 de abril de 1840 por Jakob Lorber.